viernes, 4 de marzo de 2016

VAGABUNDOS



 
 
 
Muerto estabas, amigo, me dijeron,
cuando te busqué en el parque habitual
 
te encontré entre otros vagabundos

con un número en la etiqueta del pie.



Un muerto mas desconocido en la morgue.


Muerto de esa muerte anónima y solitaria,

esa muerte de los pobres diablos como tú.


En aquel otoño malo y lluvioso

otros igual quedaron sin trabajo

sin porvenir y hasta sin hogar

en la fila del paro o cobijándose en un portal.



Por eso te encontraron en un cajero

durmiendo tu último sueño entre cartones

con una enigmática sonrisa feliz,

 una botella de vino peleón, y un can.



Misterio ante esa visita de la parca silenciosa

que te descubrió con una colilla apagada en la boca.


Ni tú lo aclaras desde tu inmovilidad horizontal.

Quizá moriste de ese suicidio lento,

muerte natural del que ya no espera nada.



Quizá quisiste romper muros con el puño desnudo

muros que eran de goma o de cristal, da igual,

muros de basura translúcida,

muros silenciosos, helados o tal vez ardientes,

muros inquebrantables e inamovibles.


Muros interpuestos entre uno y la humanidad

no cuando se quiere ser pez de pradera

sino solo un trabajador con dignidad.

De una parte la opulencia, de la otra la mendicidad.
 

Por eso te rendiste sin posibilidad de tocar  estrellas.


Quizá en tu último sueño con la colilla apagada

y la botella consumida en tu casa de cartón,

te permitió saltar a la otra parte y volar.

Dejar la fila del paro y ser por fin pez en la pradera,

mariposa en el mar y amante de las estrellas.



Te ha llegado el alba en la morgue

entre caras rígidas y cerúleas en fila.

Un rayo de sol ilumina al fin una sonrisa feliz.

Corres con tu can por celestes praderas.

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